Sin duda alguna, lo esencial en una
empresa es vender. Se puede tener un recurso humano muy motivado, pero si no
hay ventas, no hay empresa. Se puede tener un control muy exhaustivo y riguroso
sobre las finanzas, pero si no se vende más de lo que se gasta, no se sobrevive
mucho tiempo. Aún más, se pueden tener unos sistemas de producción muy eficientes,
pero si no se comercializa lo que producimos, iremos hacia la extinción. Si
algo caracteriza a los mercados en la actualidad, es una abundancia tremenda de
ofertas y una terrible competitividad. Y el objetivo último de la actividad
empresarial es lograr que se produzca el intercambio suficiente de recursos por
lo que ofrecemos, bien sea un producto o servicio.
Y dentro de las estructuras de una
empresa, el que se ocupa de que la oferta sea mayor que nuestros gastos es
marketing. Se cita mucho a Peter Drucker: «El marketing es el único que produce
ingresos, todo lo demás sólo produce costes». Y es así.
De ahí la relevancia del marketing
dentro de las múltiples actividades que se llevan a cabo en una empresa. Como
decíamos, de nada sirve un gran producto, si no logramos venderlo.
La lógica del argumento debería estar
clara: si para la empresa lo más importante es vender y es marketing el encargado de ello,
las actividades de marketing son lo más importante para que ese intercambio de
recursos se produzca.